Y han sido los días más extraños, del año más extraño de mi vida extraña. Hoy quisiera hablar de mí: por muy ególatra que esto parezca, tenga la impresión de que nos dedicamos poco tiempo a nosotros mismos. Y si lo pienso mejor, es bastante raro que esto se dé en un entorno donde todos piensan en sí mismos. Tengo que ser sincera y decir que este pudo haber sido uno de los años mas traumantes de mi vida, pero desde acá, creo que el anterior fue peor. Puede deberse a que nada podía ser peor que año anterior, o que cuando ya estamos abajo solo nos resta pensar que estamos subiendo.
Este mes, también marco mis veintisiete años, o más conocidos como veintisiempre. Acontecimiento que si bien no fue celebrado con grandes pompas, fue festejado como yo quería y con lindos y fructíferos resultados. Hay que ver cómo nos cambia la vida. En estas fechas gran parte de los hermanos de mis amigos y alguno de aquellos adolescentes con los que compartí un día, se están graduando o licenciando; como dicen las personas mayores: están dejando de ser jóvenes para ser adultos. Nunca me pareció tan real esa frase como en estos días, no por el hecho de simplemente salir de una etapa, si no, porque desde ahí, los años se pasan cada vez más rápido y ya no hay año escolar o grado que valla midiendo tus avances o logros. Luego de salir de la media, solo te resta seguir estudiando, que a pesar de ser un cambio sustancioso, aun te mantiene al alero familiar; o la dura realidad: buscar trabajo, cambiarte de trabajo, buscar un novio, amigos estables y de buenas costumbres, esperar un aumento, comprarte un auto, implementos caseros, una casa, casarte, tener hijos y bueno seguir tenido hijos y más hijos. Y si ya tienes casi treinta y no tienes nada de eso, simplemente sientes que no has logrado nada y te aseguro que darte cuenta de algo así, es muestra suficiente de que te has convertido en adulto. Señoras y señores: soy una adulta. Con veintisiete años, pero adulta.
Otra de las cosas traumantes de cumplir mis años, es ver a tus pares cumpliendo sus anhelos, es hermoso, pero traumante. Hoy por hoy, estoy más que feliz en que una de mis grandes amigas del alma y aun más, del espíritu, tenga dos meses de embarazo. Celebré su noviazgo, su matrimonio, hoy celebro su embarazo y ya estamos planificando su babyshower y su primer aniversario de bodas. Esos son los traumas lindos de crecer.
También experimento por estos días traumas relativos al corazón… de eso no hablare. Pero he notado más que nunca la diferencia del amor de juventud con el de adultos. Hay cosas que antes simplemente no importaban, todo era sobre algodones de azúcar: dulce pero pegajoso, hoy, no solo me importa que el individuo me agrade en todo su esplendor físico y emocional, también es necesario que sea emprendedor, ordenado, responsable y se dé el tiempo de tener una vida luego del trabajo. Ya no es tan importante que tenga o no un hijo o en que trabaje.
Hoy, puedo ver que muchas de las aspiraciones que teníamos en la adolescencia eran solo invenciones irreales, pero pocas de ellas, y quizás las mas aterrizadas, se han vuelto deseos reales, y metas por las que aun debemos luchar, sea que tengas o no titulación de ellas. A veces es importante el reconocimiento del entorno, pero aun más importante, es el reconocimiento propio respecto de nuestros logros. En estos días en que he pensado en todo lo que no he alcanzado, he podido también evaluar los errores que no he cometido, y me siento feliz de no haber caído en ciertas cosas que habrían empeorado mi vida o mi futuro. Es tiempo de celebrar nuestros aciertos, aunque no sean logros en sí mismos, la sabiduría de evitar la caída es digna de ser celebrada.
A los veintisiete buscas día y noche motivos para celebrarlo todo. Cada segundo es tan lleno de presente que debes vivirlo al máximo. Ya estoy pensando en buscar otro blog donde pueda hablar de las ridiculeces a las que te enfrentas luego de pasar este numerito. Ya tendré tiempo de eso.
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