Un mes treinta días en Alaska ( PARTE 1)

Se que algunos esperaban este texto con ansias y le he dado tres osos. pero la verdad es que es larguito, asi que lo separe en 3 partes (un oso por cada parte jaj) se que esto lo leeran mucho y comentaran poco, pero ya era tiempo de hablar.

Un mes treinta días en Alaska ( PARTE 1)

Ya ha pasado un mes y treinta días, desde que decidí dejar mi casa y venirme a Alaska. no diré las razones de mi viaje, prometí guardar el silencio y cumpliré mi palabra.

Lo primero que debo decir es que comprobé cuan valientes podemos llegar ha ser cuando la estabilidad de alguien que amamos esta en riesgo, incluso tan valientes como para dejar amigos, trabajo, sueños y habitad natural de lado.

El primer día fue terrible. Todo era añoso y poco vivo. Me recibieron muy bien, no me puedo quejar, pero yo estaba destruida por dentro. Tenía la impresión de que a la menor pregunta estallaría en llanto. Por lo que me puse la coraza de mujer dura y permanecí seria, callada e inusualmente reservada.

(Para efecto técnico y dado que estamos hablando de Alaska, a sus habitantes les llamaremos “pingüinos”.) Como en toda sociedad, los pingüinos adultos no siempre congenian con los jóvenes. En Jamaica, donde vivía antes, las cosas habían dejado de ser de ese modo hace muchos años. Quizás es por el tipo de gobierno... Gobierno que extraño.

Ese primer día, algo que marcaba la diferencia de manera obvia, fue el trabajo. ¿Qué hice?, hice nada. Acostumbradísima a la actividad de mi país, que trabaja desde temprano y que se esmera hasta el final, yo estaba inquieta, me picaban los dedo al ver los rituales pingüinos que demoran largos minutos. Ceremonioso como solo ellos pueden ser, lentos como pingüinos.

NO TE PIERDAS LA SEGUNDA PARTE.. MUY PRONTO.